Por el fomento de la identidad local: el huerto colaborativo que quiere ser el alma de Casablanca

Emilia Puig

Cuando en la comuna de Casablanca, a raíz de la mega sequía, empezaron a tener serios problemas con el riego y con los terrenos cultivables, el agua y la tierra se volvieron críticos para los productores locales. Entonces ahí, el ex administrador municipal, Alfonso Barros, visitó la Viña Veramonte y junto a la Gerente de Mercado Nacional, Constanza Moya, se plantearon un desafío extraordinario, que permitiría a los y las agricultoras de la zona  solucionar ambos problemas e impulsar la producción e identidad agrícola de la comuna.

En 2012 Alfonso Barros, un amante de la vida en el campo, se propuso impulsar la economía de los pequeños agricultores y agricultoras de Casablanca. Entró a la administración de la Municipalidad, donde en primera instancia fomentó la cosecha de tomates. Cuando las ventas demostraron que esta materia prima estaba sobrando, nació la idea de enseñarle a la comunidad -de la mano de un grupo de chefs- a hacer mermelada. El producto llegó hasta las ferias más gourmet de Santiago, y las familias vieron incrementados los ingresos y su entusiasmo por trabajar con la tierra. Así las hectáreas en las que trabajaban empezaron a hacerse pocas, y fue evidente la necesidad de expandirse.

Como de costumbre, Barros visitó un día la Viña Veramonte y notó que había un terreno propicio para cultivar hortalizas. Con esta idea en mente buscó a la Gerente de Mercado Nacional, Constanza Moya, e idearon juntos un proyecto que más tarde se transformaría en la huerta colaborativa. Sobre el plan, Constanza explica, “se hizo una capacitación para el equipo, lo que organizó el funcionamiento del terreno, entendiendo el proceso. Esto generó comunidad, permitió conocerse e identificar a los líderes”. 

Ambos cuentan que la iniciativa “fue desarrollada totalmente a pulso”, y que le trajo frutos tanto al Municipio de Casablanca, como a la Viña Veramonte y a la comunidad de la zona, pero en especial a éstos dos últimos, pues la alianza derivó en que hoy la Viña significa una fuente de trabajo estable, con ingresos que han mejorado la calidad de vida de los y las agricultoras y que la identidad local de la comuna está siendo resignificada. Alfonso Barros afirma “hay mujeres que antes tenían dificultades, y que hoy en día tienen su autito y le pagan la universidad a sus nietos”.

Esta labor contiene un triple impacto. Primero está el carácter totalmente sustentable de la producción que de manera inteligente aprovecha los recursos y trata de manera responsable el agua, un bien escaso en este valle que solo se alimenta de pozos. Sobre este punto, Alfonso Barros explica “el valle se está secando. Es un hecho, antes llovían 600 ml, mientras que la cifra actualmente ha descendido hasta los 200 ml”.

El segundo impacto es el social. María Cristina Araya, una de las agricultoras que hoy trabaja en la huerta colaborativa de Viñedos Veramonte, explica que junto a sus compañeros cosechan brócoli, cebollín, rábano, lechuga, frutillas, zanahorias y papas, libres de químicos y pesticidas. Y ella incorporó su cultivo de flores. “Después de cuatro años de trabajar juntos, ya somos como una familia. Acá tenemos dos cosas claves: agua y colaboración. Nos ayudamos entre todos”. 

Y el tercero es el económico. María Cristina nos comenta: “esto nos ha servido para mantenernos como productores, como agricultores. Vendemos a la Viña, a los que la visitan y también en ferias locales. Incluso en Valparaíso”.

El proyecto en su primera etapa durará 8 años y la idea de todos es mantenerlo en el tiempo. Para esta comunidad que ha creado y sostenido esta huerta colaborativa, ésta iniciativa le está dando una identidad, un alma a Casablanca. “Esto demuestra que hay que perderle el susto a ser agricultor”, refuerza Alfonso Barros. Y en esa huerta no hay miedo, sino por el contrario, mucho amor por la tierra.

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